lunes, febrero 21, 2011

El mes dos.

Llegamos al final de fiesta, pero es tan solo por un rato, hasta que el malestar por la perdida del verano se nos pase y los primeros fríos del otoño nos devuelvan la fe en la melancolía de siempre, esa que nos abraza en las noches frías del invierno.
Este verano fue ciclotímico, histérico y un poco destructivo. La ciudad fue el refugio donde se consumaron los sueños que iremos a buscar durante el año. Un departamento, una guitarra, la terracita, esas canciones entre humo y nostalgia y la alegría de haber disfrutado cada sensación de plenitud. No se si estoy curado pero estoy mucho mejor.

Todavía tengo nostalgia del tiempo pasado y los momentos que ya no están. Algunas personas se alejaron y no tengo indicios de si es momentáneo u otro golpe que el destino me tenía preparado. Sea como sea, los cambios son por algo y si no es así siempre voy a estar esperando con un vaso en la mano para brindar. El tiempo dirá que sentencia tomar.

Enero fue dramático y violento, febrero se presento mucho más introspectivo y nervioso. Estoy tratando de hacer un equilibrio para no someterme a los vaivenes de esta cabeza indecisa. De vez en cuando me alejo de mi equilibrio y empiezo a dar vueltas sobre las mismas ideas tontas que me ponen paranoico y entrecortan la respiración. Ahí es cuando me cacheteo frente al espejo, me miro fijo y vuelvo a bajar a tierra.

Cuando cae la tarde y el calor empieza a alivianar un disco de los Beatles siempre adormece las ideas violentas y abre las puertas al amor; te canto mi historia y volvemos a sonreír. Lo admito, soy un subí-baja de emociones pero siempre vuelvo a lo mismo, el amor ante todo.

Los últimos días de febrero son de duelo y meditación, o al menos para verlos pasar sentado en la esquina de siempre, esa que esta abierta siempre para los náufragos de esta ciudad. Ahí me encontras siempre, sea verano, otoño, invierno o primavera, te espero cuando quieras.

Los Saluda.

Pat.

No hay comentarios:

Publicar un comentario