lunes, febrero 07, 2011

Como llegue hasta acá III.


Dicen que la vida esta echa de momentos, de esos instantes de infinita felicidad que nos cura todo el espanto de vivir. Es cierto, la vida es una sucesión de momentos que dejan en nosotros una huella que solemos identificar como recuerdo. Estoy buscando mi momento, esa oportunidad para dar el salto y salir de la mediocridad diaria de sentirse incompleto. Soy un espejo de mis vanidades y recibo a cambio golpes del destino que no estaban agendados para mí.

¿Como llegue hasta acá?
Leyendo a Bakunin y tratando de entender la esquizofrenia del ser humano que se refugia bajo reglas y cárceles propias porque le tiene miedo a la libertad. Muchachos, déjenme decirles que la libertad es una idea, un sentimiento. No existe en realidad, no hay nada que te puede hacer más o menos libre. Todo esta en tu cabeza que es la que mueve los hilos de la historia y te condena porque no encajas en el sistema y en la puntuación del libre albedrío.

Pero de verdad, ¿Como llegue hasta acá?
Una vez tuve en mis manos un frasquito rojo que cuando lo acercabas a tu nariz te sacaba de orbita. Bajo una remera decolorada por los gases tóxicos entendimos que todo era un juego y que al final de la escalera en espiral se terminaba todo. Nosotros recién nos dábamos cuenta y ese animalejo deforme, sin color nos molestaba perturbándonos de la siesta hermosa de no estar en esta realidad. Entre esas 4 paredes y los vientos de una ciudad balnearia las luces se fueron decolorando y una flecha roja nos mostró la puerta. “This is the end my friend”, cantaba alguien desde los balcones de la inconsciencia. El viaje duro una eternidad o tan solo un segundo, no lo sabemos pero despertamos en otro lugar, en donde ya no éramos ni fuimos nunca.

Después de un tiempo el agua se endureció y el vidrio nos corto la piel, quedamos expuestos y deteriorados. El ciclo es infinito y el círculo nunca termina. Es eterno, confuso y maligno. Bajo ese eclipse de gases tóxicos las luces se convirtieron en nuestro peor enemigo y el titilar de las lámparas en mal funcionamiento hizo añicos nuestro presente. Los anteojos no eran para el sol, la noche se hizo mucho más peligrosa y enigmática. Ahí, donde las cuatro esquinas se cruzan y en el centro la luz amarillenta inunda la peatonal es donde me vuelvo a desfigurar y no puedo respirar. Me paralizo y el ciclo vuelve a comenzar, otra vez, otra vez, y otra vez.

A la noche me cuesta dormir y cada tanto veo su cara esperándome al final de la escalera espiral. Ya no desciendo tan profundo, le tengo respeto y aguardo ansioso el momento. Es una libertad violenta, atormentada por los vicios de una conciencia que trastabilla y se va de bambo. Los narcóticos retumban en las cuerdas de las canciones que escuchamos, en los recuerdos de las letras que escribimos y en los reflejos de los sueños que nos reviven cada noche, cada vez que cae el sol.

Es por eso que espero ansioso y alerta el amanecer, cada día, cada mañana que la luz se hace presente en mi ventana me olvido de ese estupido sentimiento que me vuelve paranoico, por lo menos por un rato.

En mis palabras esta la huella de un pasado ausente que se perdió tiempo atrás en el cuarto de una casa con vista al mar.

Los Saluda.

Pat.

1 comentario: