jueves, agosto 25, 2011

Desarme.

-Algún día te voy a contar el porque de mi locura, por ahora dejame ser mortal.

Se retorcía entre los estropajos de ropa arrugada que habían quedado en los andamiajes de su cama. A su lado todavía dormida Manuela se debatía entre dejar de sangrar o perseguir su hechizo hasta morir. Desnuda, tapada solo con lo que cubría una de las tantas almohadas que coloreaban la cama lucia esplendida, angelical y misteriosa. No, no solamente se la había llevado a la cama, el sabia que en el fondo la quería, y la quería mas que a ninguna porque en el amor no hay grises, o lo das todo o no lo das nada, no hay medios, no hay indecisos, el amor lo es todo y todo lo puede. Ahora el lo sabia, todavía no lo iba admitir, porque le cuesta admitir las cosas, porque no quiere quedar desvanecido frente a la desgracia del rechazo y que se le rían en la cara, y que se vayan corriendo y le rompan el corazón, no eso no lo quería. Sabía muy bien que tenía que esperar, que no era el momento, que el humo del cigarrillo te deja perplejo y lleno de palabras confusas y exóticas, metafísicas y debates inclusos sobre lo que es bueno y lo que es malo. Debes en cuando hay que ir corriendo hasta el océano y contemplar la muerte de uno, saber que hay algo mucho mas intenso que la propia existencia, saber que existe algo que no podemos controlar ni predecir, el destino, pero que todo lo que se pueda tocar lo vamos a romper porque el dolor anula el acto de amor y te vuelve un ser mortal, que vive y siente, y de eso se alimentan las ensoñaciones, y la paranoia y ahí es donde descansa su amor. En ese descenso escalonado hacia la nada misma es donde el y Manuela se encuentran, cogen, ríen, se besan, fuman y vuelven a reír.

Es un día tonto, es un día feliz....

P.


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