lunes, junio 06, 2011

Anecdotario I.

Con los ojos rotos, rojos y ojerosos partimos a buscar el amor a la ciudad de las luces. Esa ciudad repleta de rascacielos y lenguas que hablan diferentes idiomas y no callan nada. Las calles se ven tan diferentes unas de otras, una avenida separa un mundo, un carrito de comida prepara el almuerzo para miles de transeúntes que pasean por las calles admirando el lugar. Donde estamos en toda esa vorágine?

Un jardín artificial repleto de oficinistas, caminantes, turistas y modelitos de estación llenan sus vasos y renuevan la fe en el atardecer. Un vaso mas, otro mas, y tal vez otro para enriquecer el paladar, chau hasta luego. El caminar se vuelve sinuoso y el empedrado alienta a andar más lento.

En el parque los callejeros improvisan los cantos, los estudiantes se reúnen alrededor del arco para escuchar a los músicos que rasgan sus instrumentos, un hombre rodeado de palomas se desconecta del mundo, un espacio para perros se llena de correrías, caminamos por el medio y nos perdemos entre la variete` local. Me siento cómodo, estoy cómodo y pienso que estoy en mi lugar. Ah, cierto que no tengo ningún lugar, me declare ciudadano del mundo (?)

Me siento a esperar mirando los aviones despegar, mientras escribo pienso que esto podría ser una letra de Calamaro, o no, quien sabe. Termino por aceptar que los aeropuertos tienen una manera extraña de conectar a las personas. Enfrente nuestro dos personas parecen salidas de una película de Francella, esas tipo bañeros 1,2,3...


Camino, el sol nos pega en la frente, busco un bar donde refugiarnos. Siempre es bueno encontrarse con un vaso y brindar. Esta vez es por el lugar, por el momento y por el porvenir. Sigo intentando con la idea del músico, el estuche de mi guitarra me delata. Voy por eso, los demás no me importan nada.


Escribo mientras rememoro lugares y anécdotas que acuñe estas últimas dos semanas.


Continuara...


Los Saluda.


Pat.

No hay comentarios:

Publicar un comentario