martes, mayo 18, 2010

Todo tiene un límite

Suelo ser una persona tolerante y bastante abierta. En lo que respecta a la sexualidad, creo que cada uno tiene el derecho de elegir que o quien es su objeto de deseo. Estoy a favor del casamiento gay, tengo amigos y conocidos homosexuales, apoyo a la comunidad gay pero a pesar de esto, todo tiene un límite.

Muchas veces he recibido “elogios” tales como, puto, gay, tragasables, bananero, etc. Lo único que conseguían con esto era alimentar mi ego y subir mi autoestima. No hay nada más estúpido que intentar insultar a alguien o hacerlo sentir mal diciéndole estas cosas. Qué porque use chupin o “pantalones ajustados” sea merecedor de tales adjetivos, bienvenido sea, qué porque use bolso o como muchos dirían “cartera” en lugar de una aparatosa mochila me haga parecer menos hombre realmente me resbala. Es mas, hasta el momento en que me robaron mi computadora personal (una Macbook) la llevaba a todas partes en un bolso rojo (si, digo rojo y no colorado) marca “cc” que era seguramente para el público femenino. Nada podría importarme menos. Es mas, hoy como hacia frió a la mañana me puse un “Trench” que me compre hace un par de años en Zara mujeres. Si te gusta y te queda bien, ¿Cuál es el problema?


Hasta acá sobran los motivos para que cualquiera que me vea piense que “pateo para el otro lado”. No es algo que me quite el sueño. Tengo novia de la cual estoy enamorado y con la cual me voy a casar el año que viene. Eso para mi es motivo suficiente para que todo lo demás no me importe.

De todas formas voy a hacer una aclaración: que me guste la ropa, que intente vestirme bien, que vea una película de Tom Ford, que lea a Capote, que me interesen revistas como la Elle o Vogue, que sepa quien es Anna Wintour, no impide que me guste el fútbol, que tenga tatuado en mi brazo una banda de metal, que discuta de política, que sepa de historia, que conozca los peores bares de la ciudad y que algunos amigos míos seas sucios y roñosos entre otras cosas.


Como verán, hay una multiplicidad de personajes conviviendo en mi, por lo tanto que si de algo se es de la tolerancia y convivencia armoniosa de todo tipo de ideas y pensamientos.Pero claro, todo tiene un límite, y a eso iba.


Unas semanas atrás, volvía del trabajo a casa, y como traía conmigo el “bolso rojo”, es decir la computadora, me decidí por tomarme un colectivo. De la oficina a mi casa (aun la casa de mis padres) me separan unas 15 cuadras aproximadamente. No son muchas pero ese día no tenia ganas de andar con un bolso a cuestas. 6 de la tarde, horario en que la mayoría de la gente vuelve de trabajar y los accesos y escapes de la ciudad se vuelven caóticos. Como vivo en “Las Cañitas” y mi trabajo esta cerca de cabildo tenía que tomarme un colectivo que bajara por Luis María Campos. La respuesta es obvia, el 59. Espere el colectivo unos 5 minutos como máximo y pedí $1.10. Hasta mi casa es el boleto mínimo, igual muchas veces pido $1.25 por la simple razón de no tener que cargar con monedas de 10 o 5 centavos que se me empiezan a filtrar por cualquier bolsillo del pantalón. Casi nunca me siento en los transportes, a menos que haya tenido un día muy largo o el viaje sea largo y este cansado. Ese día tenia particular ganas de sentarme. ERROR 1.Me ubique casi en el fondo, en uno de los asientos dobles. Llegando a Lacroze el colectivo ya casi había colmado su capacidad de carga. De todos modos en el fondo aun se estaba cómodo. Sentado, con el Ipod sonando en mis oídos y el “bolso rojo” encima de mis rodillas me relaje. ERROR 2.


De pie, al borde de mi asiento, se ubico un hombre de unos 35 años aprox. Recuerdo que llevaba una campera negra y un “bolso” colgando de su hombro. Era un poco más alto que yo (mido 1.76) y tenía pelo oscuro.La primera vez fue un movimiento normal del colectivo, pensé. Con tanta gente es normal. La segunda vez, lo entendí pero me molesto un poco porque no había nadie alrededor empujándolo. La tercera vez, me irrito y fue mi primera reacción, mire para arriba para ver porque hacia eso. Una sonrisa cómplice. La cuarta y la quinta vez ya parecía un chiste. La ultima vez, levante la cabeza, lo mire y le dije: “Hey, vas a seguir apoyándome la cosa en el hombro. Me parece que te estas equivocando”. Al lado mió, un pibe mas joven que yo no se aguanto la risa y se desato en carcajadas. En ese momento no me pareció nada simpático, pero tampoco había mucho que hacer. Levante mi bolso, pase con cuidado por delante di mi “amigo” le cedí el asiento toque timbre y baje en mi parada. Crucé Luis Maria Campos con mi “bolso rojo” colgado del hombre, el ipod que aullaba “Are we human or are we dancer” y una sonrisa que se dibujaba en mi cara.


Fin de la historia.


Los Saluda.

Pat.

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